«Yo era una chica inocente. No sabía nada, ni de la vida ni de Picasso. Había ido a hacer unas compras y él me vio saliendo del metro. Simplemente me agarró por el brazo y me dijo: 'Soy Picasso. Tú y yo haremos grandes cosas juntos'».

Así recuerda Marie-Thérèse Walter el día que conoció al pintor malagueño, cerca de las Galerías Lafayette de París. Corría el año 1927, un período que no fue especialmente prolífico para el artista a nivel de lienzos, pero que sí rindió un gran número de vivencias y aventuras.

De esta forma tan simple a la par que compleja, Marie-Thérèse se convertía con tan solo 17 primaveras en la siguiente gran musa de Picasso, quien venía usando tonos cada vez más grises a la hora de retratar a Olga, su primera esposa y madre de su hijo.

Efectivamente, poco sabía entonces la joven de la auténtica naturaleza de Picasso. El malagueño era la antítesis de la estabilidad, un hombre cuyas relaciones nacían y morían según su propio calendario de inspiración. Cada cierto tiempo, el pintor rompía un corazón con la misma naturalidad con la que uno arranca la página de abril para continuar con mayo.

Picasso volvió a girar la rueda de las musas y dejó atrás a Marie-Thérèse y a la pequeña Maya, su segunda hija. Renacido, volvió al ambiente bohemio de los bares parisinos para emborracharse con los surrealistas y disfrutar de su juventud sempiterna. Hasta que conoció a Dora Maar... y continuó la historia.

Tal día como hoy, en 1881, nacía Pablo Ruiz Picasso, un hombre que dedicó su vida a las musas, a la expresión artística y a la expresión política, por ese orden.

Pintura: Mujer con sombrero y cuello de piel, Pablo Picasso (1937)
Publicado el día 25 de Octubre de 2019 en Stars Insider España. Diseño y texto propio.

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