"Que sea la última vez que un niño o una niña pase su niñez en una fábrica.
Que sea la última vez que una niña se vea forzada a un matrimonio temprano.
Que sea la última vez que un niño inocente pierda la vida en una guerra.
Que sea la última vez que un aula se quede vacía.
Que sea la última vez que se le diga a una niña que la educación es un delito y no un derecho".

Malala estudiaba en Mingora, una pequeña ciudad turística del Valle del Swat, en Pakistán, de la que era natal. A ella le gustaba ir a la escuela y pasarlo bien con sus amigas, con quienes se hacía tatuajes de henna en las ocasiones más especiales. Sin embargo, la región se estaba radicalizando poco a poco: alrededor del año 2010, los talibanes determinaron que las niñas no podrían ir a la escuela. La pena por desobediencia era capital.

"Al cambiar de repente mi mundo, cambiaron también mis prioridades. Tenía dos opciones. Una era callarme y esperar a que me matasen. La otra hablar alto y que me
matasen entonces. Elegí la segunda opción. Decidí hablar alto".

Su activismo no pasó desapercibido: Malala volvía de la escuela en autobús, con sus amigas, cuando un hombre se dirigió al grupo. "¿Quién es Malala?", preguntó. Al obtener su respuesta, el talibán le metió un tiro a bocajarro, en la cabeza. Era el 9 de octubre de 2012.

Con tan solo 16 años, Malala se debatía entre la vida y la muerte en una cama de hospital. Dos años y un día más tarde, el 10 de octubre de 2014, el Comité Noruego del Nobel le entregaba el Nobel de la Paz en Oslo.

"Lo único que sé es que soy sólo una persona comprometida y testaruda."
  
Publicado el día 10 de Octubre de 2019 en Stars Insider España. Diseño y texto propio.

You may also like

Back to Top